Int: Asa Butterfield, Harrison Ford, Hailee Steinfeld, Ben Kingsley, Viola Davis, Suraj Partha, Abigail Breslin, Moises Arias
EEUU 2013 / 114 min.
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El bestseller de la ciencia ficción, El Juego de Ender, escrita por Orson Scott Card, planteó hace casi 30 años, un dilema moral sobre si el fin justifica lo medios. Y lo hizo desde la perspectiva de un niño superdotado para la estrategia.
Gavin Hood ha filmado una adaptación muy soft de la obra, eliminando la crueldad de sus personajes principales, haciéndolos políticamente correctos para el siglo XXI. Y de paso, les ha arrancado el alma, demostrando además una gran incapacidad para dirigir actores. Porque, que Harrison Ford esté patético como instructor de Ender, es plausible por su avanzada edad y despiste (parece que lo han cazado en un pasillo, lo han disfrazado y le han hecho repetir un diálogo que ni él mismo comprende). ¿Pero convertir a Viola Davis en una coach que va repartiendo dosis de inteligencia emocional para compensar el exacerbado militarismo? Pues no. Incluso Ben Kingsley, que interpreta el gran héroe Mazher Rackham, roza el ridículo con su cara tatuada de guerrero maorí.
A pesar del desastre interpretativo (el único que se salva es el chaval, Asa Butterfield), la película se recompone y mejora sustancialmente en el segundo tramo, cuando Ender acude a la Escuela de Batalla, donde los chicos se preparan para "teledirigir" armadas de drones contra los insectores, especie alienígena invasora.
Las escenas en el videojuego y en la Sala de Batalla ingrávida son de lo mejor del film, donde Ender improvisa sus ingeniosas estrategias para vencer a sus rivales y donde el mundo interior del personaje adquiere por fin peso en la historia. Ender es un niño, pero lleva una gran carga a sus espaldas: quiere "entender" a un enemigo al que le han encargado aniquilar.
Leí los tres primeros títulos de la saga cuando tenía 16 y me encantaron. Ahora no sé qué me parecerían.
Orson Scott Card, boicoteado por homófobo
Dejando a un lado el semblante cinematográfico, quería comentaros la polémica que acompañó al estreno de El juego de Ender en EEUU, este verano. La asociación GeeksOut (fans LGBT de la ciencia ficción) lanzó una campaña contra el escritor Orson Scott Card, que, además de mormón furibundo, es un acérrimo enemigo de los homosexuales, de sus derechos, y de los países que los protegen. Los de GeeksOut invitaban a sus lectores a firmar una petición para saltarse la peli y no engordar más la cartera del escritor anti-gay, que además es miembro destacado de National Organization For Marriage (un lobby ultra-conservador que lucha contra el matrimonio homosexual).
El escritor se defendió, desligando su obra de sus ideas, en un tono desafiante contra el colectivo LGBT. El boicot a la película encontró seguidores y detractores, pero, en todo caso, la acción tuvo un efecto boomerang porque también dio pie a una campaña gratuita de mala prensa (respondida desde los conservadores) que alimentó el morbo y la expectación ante el estreno del film.
En España, la polvareda ni se ha olido, afortunadamente. Porque, sin duda, la polémica habría aumentado la taquilla. Y, por otro lado, tampoco ha hecho falta boicotearla. La peli es mediocre y no ha funcionado como se esperaba.
Interesante para estrategas, psicólogos, filósofos, activistas y fans de la saga, de la ciencia-ficción y/o de los videojuegos.
J
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