Por Juan
El eslogan de su cartel promocional reza: It's not cinema. Its worse (No es cine. Es peor). Pues bien, definitivamente, y al menos para mí, es peor que cine. Es televisión. Porque el formato de Jean Libon e Yves Hinant se mueve entre el documental realista y el reality televisivo. De hecho, el éxito de su programa de TV Strip-Tease, que estuvo veinte años en antena en Francia y Bélgica, es probablemente los que les ha llevado a heredar la fórmula y trasladarla a la gran pantalla. Libon e Hinant pinchan en donde más duele y hurgan en la basura si hace falta. Destapar la mierda es una labor periodística encomiable y necesaria, y más en los tiempos donde el periodismo de investigación y comprometido brilla por su ausencia. Pero cuando destapas la mierda y te recreas en ella, igual es que te has metido tanto que tú también eres mierda.
So help me God (que más bien debería titularse Dios mío, líbrame de esta mujer) sigue a la jueza Anne Gruwez, que hace de sí misma durante la instrucción de un caso de asesinato de dos prostitutas en Bruselas. El caso es un pretexto claro (aunque es real) para dar rienda suelta al peculiar carácter de esta señora sin dedos en una mano. Sin duda, su buen humor es envidiable. Probablemente, no hay mejor manera de afrontar la crudísima realidad que tiene que tragar cada día, que reírse un poco de sí misma y de la criminalidad de sus "clientes": violadores, ladrones, prostitutas, fundamentalistas, asesinos... En fin, lo mejor de cada casa. Esa mirada humorística (y gélida) del film sobre los casos que instruye la jueza Gruwez engancha rápido y al mismo tiempo genera una cierta o gran incomodidad. Hay un doble filo en partirse de risa con los chistes de Gruwez mientras firma la sentencia a un delincuente o exhuma un cadáver para hacer una prueba de ADN. Ese mal gusto en la filmación, que resulta escatológica, es exactamente lo que persiguen sus creadores, tal y como explican en el dossier de prensa. Provocar. ¿Pero para qué? ¿Para aumentar la audiencia nada más? Y nada menos.
Transcurrida una hora de risas durante los interrogatorios, la incomodidad se va convirtiendo en asco. Burlarte de la penosas situaciones y aún más penosas vidas de personas reales te hace preguntarte ¿adónde quieren ir a parar los directores de esta peli? A la jueza no parece importarle excesivamente la reinserción de esas prostitutas, yonquis y otros delincuentes, y mucho menos cómo son tratadas esas personas. Ella simplemente, actúa con eficacia y sin tonterías. Como una heroica funcionaria. Si tiene que amenazarlos con el uso de la fuerza lo hace con una sonrisa en la boca. Cuando recorre bruselas en su cuatro latas, tiene un mapa mental de sucesos criminales ocurridos en tal o cual piso, calle o plaza. ¿Es pragmática o es cínica sin más?
En la secuencia en que exhuman un cadáver y siguen los chistes dejé de reírme. Porque So help me god tiene esa fuerza de la realidad, pero también un objetivo claro de epatar, de desatar un debate y de cruzar las fronteras de toda ética. Y sin pagar peaje. Sin moralinas ni tonterías. Cuando sierran la rodilla del cadáver, me provocó náuseas. Y también cuando cruza la ciudad e instiga al policía a que encienda las sirenas para evitar un atasco. Si el objetivo era escandalizar, yo diría que lo han logrado. ¿Es este el primer documental del nuevo cine-basura? Abierto está el debate. A mí me dio más miedo ella que los delincuentes. Ahí lo dejo.
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