Por Juan
La película arranca, como sin fuste, con una historia de un primer amor que desaparece. A pesar de que esa desaparición crea bastantes expectativas, la primera parte del film de Ryusuke Hamaguchi parece un tanto insulsa, como desganada. Pero en un par de escenas, la de la cocina y la del terremoto, nos damos cuenta de que estamos ante un director exquisito en los detalles, con una mirada especial para sus personajes; diálogos geniales que recuerdan a Éric Rohmer, pero a la japonesa; y que a veces parecen graciosos y otras te dejan pensando. Los actores están igualmente sutiles y son bastante carismáticos, sobre todo la actriz Erika Karata. Y, por supuesto, la historia sobre un amor con dos caras, basada en la novela de Tomoka Shibasaki, que fascinó a Hamaguchi y a nosotros también nos ha atrapado. La cultura de la juventud japonesa queda retratada con una honestidad que recuerda también a Kore Eda. Hay mucha autenticidad y hondura en unas conversaciones aparentemente superficiales.
Las sorpresas llegan con el tercer acto, que tiene un punto de giro inesperado y genial. Y desde luego es maravillosa toda la secuencia del reencuentro de Ryohei (Masahiro Higashide) y Asako (Erika Karata), con un gato mojado de por medio, que inevitablemente recuerda al final de Desayuno con Diamantes (Blake Edwards, 1961). INPERDIBLE. El gato Jintan es para comérselo.
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