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por Juan
Un musical distópico es como un helado al fuego, o un pez en medio de la selva. Hay un constante desencuentro entre esta extraña historia sobre la última familia superviviente del planeta, y el tono melodramático y melancólico que imprimen unas canciones muy bellas (y muy bien interpretadas y arregladas), que bien podrían formar parte de un musical con estreno en el Albert Hall de Londres.
Desde luego, The End es original, creativa y diferente. Y también es rara, lo que no ayuda a entrar en la historia. Los actores están estupendos, el vestuario y el diseño de producción es muy potente; y el guión va sembrando en cada escena una serie de dilemas que dan para abrir un verdadero debate filosófico, sobre la culpa, la familia, la identidad, la soledad y el sentido de la existencia. Cuestiones como ¿es posible sobrevivir en un bunker, solo unos pocos, dejando fuera a los demás? Según el film de Joshua Oppenheimer, borrar completamente el pasado o a las personas importante de tu vida, es más complejo que sobrevivir a un apocalipsis. La culpa vive con los miembros de esta familia, y va royendo sus almas por dentro, hasta que llega alguien nuevo a las puertas de la casa.
Muy interesante desde luego. Pero también muy extraña.
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