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por Juan
Un musical distópico es como un helado al fuego, o un pez en medio de la selva. Hay un constante desencuentro entre esta extraña historia sobre la última familia superviviente del planeta (una familia muy rica, claro), y el tono melodramático y melancólico que imprimen unas canciones bellas, que bien podrían formar parte de un musical de Broadway (y que están interpretadas por actores que no son cantantes, dada la enorme dificultad de la partitura),
Este planteamiento disruptivo logra que The End sea original, creativa y diferente. Y también, rara, lo que no ayuda a entrar en la historia.
Los actores están estupendos, el vestuario y el diseño de producción es muy potente; y el guión va sembrando en cada escena una serie de dilemas que dan para abrir un verdadero debate filosófico, sobre la culpa, la familia, la identidad, la soledad y el sentido de la existencia. Cuestiones como: ¿es posible sobrevivir en un bunker, solo unos pocos, dejando fuera a los demás? Según el film de Joshua Oppenheimer, borrar completamente el pasado o a las personas que turnaron parte de él, es más complejo que sobrevivir a un apocalipsis climático. La culpa por salvarse, y por ser en parte responsables del fin (por los diálogos entre "padre" y "madre", se desprende que lo son), vive con los miembros de esta familia, y va royendo sus almas por dentro. Pero un día llega alguien nuevo a las puertas de la casa, alguien que no forma parte del clan, pero que también siente la culpa por ser una superviviente y no haber hecho más por salvar a su familia.
Muy interesante desde luego. Y también, muy extraña.
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